Los mexicanos, al margen de principios o ideologías que nos atraigan, y en congruencia con nuestra cultura, inteligencia, sentido común y sensibilidades, merecemos un profundo respeto por parte de aquellos, qué, involucrados en el quehacer político, diseñan candidaturas que les permitan ganar espacios de poder a través de procesos electorales. Este mérito nuestro es tan lícito como sus obsesiones.
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